La comedia de los grillos

Están los grillos ensordecedores y poco apacibles, como una venganza enclavada que impide el susurrar del silencio sombrío, desconciertan, solo ruido, no se ven, los busco con la mirada pero no se ven, parecen que se burlan con su cantar, me difaman, me doy cuenta de mi soledad, y empiezo a pensar en la pesadez del tiempo, de sus caminos y de lo vivido.

Serán las dos de la mañana, estoy en una altura privilegiada de cara a la ciudad, las bombillas itinerantes dan fe de la existencia de otro, pues a simple vista la ciudad duerme, la ciudad muere, como parecen que mueren por horas mis ganas, mi pasión, mi virtud. Es una noche gélida, pusilánime y gris, las nubes se tornan rojizas, tal parece que fueron pintadas por un déspota manipulador, los trazos están hechos a la medida de mi desventura, hacen la forma de un caminante ciego y su bastón.


Pero la tierra aunque no trae prisa no se queda quieta, rota y borra el bastón, ahora solo hay un ciego caminante, como yo sin poder ver a dónde ir, soy un garabato dibujado para dejar de existir, al viejo nuboso esto le pasó ante mis ojos, apareció, se formó y se diluyó. Solo somos nubes mientras vivimos en el firmamento de la nada, efímeros desdichados, aparecemos y nos mezclamos, por eso vamos de nube en nube para exponer el amor, reuniendo felicidades, personas, tragedias y lugares, hasta que nos volvemos aguacero, en la noche de nadie, en la comedia de los grillos y su saboteo al cantar.

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