¡Está Muerto!

La gente que pasaba por el lugar se aglutinó para poder estar en la primera plana del voyeurismo ocasional, la mujer de la música en sus oídos solo miraba desde lejos, aún no se reponía, estaba atónita y confundida, no era de las que agradecía segundas oportunidades. En ese momento lo único que embargaba su ser era curiosidad,  quería saber a quien pertenecía el cuerpo que estaba tendido en el pavimento, porque la moto tenía un escabroso aire de conocida. Se hizo paso entre la multitud.

Permanece inmóvil, mareado, su pie derecho tiembla descontrolado aun pisando el freno, a través del parabrisas  solo se ve el timón de la moto, al que le cuelga un amuleto de protección católico, no logra entender que ha pasado con su conductor. Todo es confusión, no tiene la suficiente valentía aun para descender del carro, teme ver un cuerpo estallado contra el pavimento dispuesto a ser fotografiado por los periódicos amarillistas de la ciudad, los cuales siempre vituperó, los entendía como lectura fácil para un pueblo iletrado, ahora sentía escozor pensar que sería el protagonista. Siempre fue un ser práctico, capaz de construir sus propias narrativas que alimentaban su mito social, egocéntrico, prepotente y frío, lo llevaron en un rápido ascenso laboral, a cuesta de sobre ponerse a los demás, quizá por eso, en ese momento, mas que importarle la suerte del colega de accidente, se preocupaba por no parecer sorprendido y sin control en la situación. 


La velocidad vertiginosa se tradujo en oscuridad y lentitud, aunque sabía que tenia los ojos abiertos, no lograba ver, todo se le volvió ese color rojizo de ojos cerrados, que tercos tratan de seguir mirando, pero no logra ver nada, y lo dejó encerrado en su propio yo, tan crítico, tan ácido, tan acusador. No hay exterior, sentía la dureza del piso en su cabeza y espalda, estaba inmóvil, tendido en la calle, aplastado por sus recuerdos e infortunios. Temió cuando escuchó a uno de los parroquianos que estaban en el lugar del accidente decir ¡Está muerto!, no, no - "yo no, estoy vivo" , alegaba, con tanta impotencia, gritaba con tanto fervor, pero el único que lo escuchaba era él mismo, él en su encierro de huesos fracturados y contusione. Se acababa su vida, se esfumaba su esmero, tan triste, tan doloroso, tan solo. Mientras languidecía en su lecho, blasfemaba a su dios por su comportamiento déspota, siempre, como la mayoría de desdichados, se había recostado en el hombro recalcitrante de la religión. A lo lejos irrumpió un grito femenino desgarrador, "déjenme pasar, yo lo conozco".


Final parte 2

Comentarios

Entradas populares