La realidad no suena a nada

El sonido matutino de barrio suena a chicharra de mazamorra, a carretilla de caballo, a niños para el colegio, y a "Así Amaneció Pereira". Huele a huevos de mamá, café sanador en pocillo plástico y a la mañana que recién regresa del  Aroma del Jazmín de Noche.  Es un día cualquiera, no de esos que convocan a la festividad, sino de los calcados de rutinas, de madrugar al baño por el trabajo, de empacar el almuerzo por el trabajo, de ausentarse de casa por el trabajo, y porque el gota a gota y el arriendo. Él da una patada a la moto, en escaso tiempo dobló la esquina.

El sonido invasivo de la alarma se ha aplazado una vez más, ya son 3 que se han pospuesto con intervalos de 5 minutos, con esa manía de querer encontrar la gloria en 5 minutos turbados de sabana calurosa y tic tac que agota el tiempo de llegar a la oficina. Mientras hace el nudo a su corbata frente al espejo, discute con su suerte terca que lo encasilló en un estrato 4, con dinero del 1, e ilusiones del 6, por eso debe su Renault Logan al banco, toma el ascensor como un día repetido de lunes a viernes. La mañana suena a motor de vehículo nuevo y a Caracol Radio que anuncia las 7:54. Salió del edificio.

La realidad no suena a nada, no tiene repeticiones, no es rutinaria, solo sirve de escenario para los ires y venires. El único sonido de su momento emerge de sus audífonos retro que conjuga con su vestido, tan apacible la armonía, que casi olvida que la vida no es la psicodelia de colores de Pink Floyd, sino la velocidad de los Tiempos Modernos de Chaplin. Lleva caminando al menos diez minutos desde su casa, con una calma envidiable, una lentitud que se contagia desde que toca el pavimento  hasta que la energía sale libre por su cabello, sin apuros, sin hora que cumplir. Cruzó la calle.

Apareció con los 100 centímetros cúbicos de su Suzuki AX diciente de progreso barrial obrero, que cuenta con elementos de lujo a su alcance; llantas pisteras, timón Protaper y recamara que genera ese ruido estridente de inseguridad sicarial. Eran las 8:07 de la mañana lo confirmaba la emisora, mientra más velocidad generan los pistones, más tranquilidad producen los acordes de sus audífonos, mientras más rapidez se transporta del acelerador al motor, más lentos se hacen sus pasos, ya solo hay unos metros antes de la desgracia, se dibujan unas huellas de caucho en el asfalto como registro de dos vidas cruzadas que por poco se encuentran, fueron tres. Con agilidad endemoniada el obrero en moto logra evadir la sonoridad del cuerpo de la mujer que termina de cruzar la calle. Ella se percata, que casi se vuelve historia efímera, a cambio de eso, el sonido de la chatarra se traduce a "estartalazo" de Renault negro estrato 4. Parecía un día semanal común, ese día la rutina de todos cambió.

Final parte 1

Comentarios

  1. Me gusta, un estilo llamativo y entretenido, captura al lector. Quiero más.

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    1. Muchas Don Víctor, agradezco su lectura, me gustaría ver lo suyo tambien publicado!

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