Bonjour Monsierur
Qué bueno fuera que abriremos
ocasionalmente las mañanas del mundo con la maravilla de una sonrisa, qué más da si de
gata, de mujer, un nuevo propósito o una sencilla flor. Qué bueno fuera que
el amor se tradujera por primera vez en viento, en silencio, en alteridad, que
se volviera desinteresado, sin que busque abrigo al compás del éxito ajeno, que
se olvide de cálculos malvados de futuro, que se olvide de su fama, que no se ufane
de la operación compartir por compartir, más bien que el amor se acuerde de
amar, de verdad.
Me gusta pensar en la suerte del
tren, que trepidante avanza junto al mar, de día, con lluvia, con trozos de perpleja oscuridad, con sol, al lado
de la montaña, tan convencido de su destino, anheloso de paradas donde se
alimenta de nuevas vidas y deja las que ya no avanzan más, las que no pueden acompañarlo hasta el fin, pero que con cada estación habrá la posibilidad de nuevas calles que explorar. El tren mientras tanto, sigue con la vida de otros expectante por
una estación más. Yo que me he aprendido a bajar, avanzo, menos ligero, pero
avanzo, hago camino con la ilusión del peregrino, que sabe valorar cada
resquicio, cada nuevo sabor, con cada bonjour Monsieur,
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